Como decía hace muchísimo tiempo, en la última revisión de las normas ortográficas, la RAE y el resto de academias mundiales del español (o castellano) decidieron que los tratamientos y las instituciones eran nombres comunes y, por tanto, dichas palabras debían escribirse con minúsculas.
Pero el papa Francisco o el rey Felipe VI no iban a ser los únicos perjudicados (bueno, había otros por ese entonces). También los nombres de los accidentes geográficos tuvieron que adaptarse. A partir de ese momento, todo lo que no sea un nombre propio ha pasado a escribirse con minúsculas. Y eso incluye no sólo a los golfos, penínsulas, bahías, mares, fiordos, playas, montañas, sierras, montes, picos, ríos y arroyos. También los adjetivos han caído en desgracia. Así que, aunque estemos acostumbrados a ello, ya no se puede poner la Península Ibérica, el Golfo de México o la Bahía de Cádiz. Ahora son la península ibérica (porque ibérica es un adjetivo), el golfo de México y la bahía de Cádiz.
Las únicas excepciones son aquellos nombres comunes o adjetivos que sean el nombre propio del lugar. Por eso Monte Perdido o Sierra Nevada permanecen sin tocar a pesar de que unan un accidente geográfico y un adjetivo. Porque no son un monte que esté perdido, ni una sierra que esté nevada, sino que se llamana así.